martes, 26 de abril de 2011

Quien te ha visto y quien te ve...

Esta es mi historia...
Comienza con la ilusión de un niño de 9 años por seguir la tradición de una cultura que, por entonces, no sabía muy bien de donde venía. Sólo veia imágenes que parecían más grandiosas de lo que me parecen ahora, y sobre todo una música que me ponía los pelos de punta, me hacía vibrar. Sentía que debía ser parte de todo aquello. Recuerdo como mi abuela me dió un sobre con 25.000 pesetas el día de mi Primera Comunión para que me comprase un tambor para cumplir mi ilusión. Estaba más cerca. Aún recuerdo el día que mi madre me llevó, pidiendo una vacante de tambor para mí. Por aquel entonces, mis oidos eran demasiado sensibles, tenía una enfermedad que no sabría describir, y por miedo mi madre prefería que tocase un tambor. Cuando llegamos allí, para su decepción no había ninguna plaza para mí en ese sector. Tenía que empezar a cumplir mi sueño desde otro balcón, y aunque mi madre no parecía muy conforme, accedió ante mi insistencia. Supongo que le conmovió mi ilusión. Recuerdo también cuando compraron mi primer instrumento, 9.000 pesetas. Una corneta, que ni siquiera llegaba a la calidad de ser "Honsuy". No importaba, solo importaba hacerla sonar. Y así empezó todo...
Puse todo mi esfuerzo, y ese mismo año conseguí salir tocando. Acababa de cumplir mi objetivo. En los años posteriores fui creciendo poco a poco, hasta que pude comprar mi primera "corneta de pistón", creo que fueron unas 17.000 pesetas. Qué ilusión corría por mis venas... Lo que me quedaba por delante. Poco a poco fue pasando el tiempo, y sobre los 14 o 15 años pude ser testigo del giro que sufrió toda aquella grandeza. Todo se vino abajo. Yo no sabía muy bien porqué ocurría, pero tenía una cosa clara, un principio: "quién me vió nacer, me verá morir". Pobre iluso. Poco a poco fueron pasando los años y me iba haciendo más grande, y no solo cronológicamente. Mi edad aumentaba, mis capacidades también. Finalmente,con 17 años y sin darme cuenta siquiera, me vi al frente de todos, si quería continuar debería enfrentarme a ello y hacer cara al fracaso. Cada día menos gente, cada día menos apoyo. Era difícil, pero ahí estaba yo, junto con aquellos que pensaban de la misma forma. Al fin y al cabo, sólo había un principio.
Aún puedo recordar los momentos de nervios antes de cada salida. El cosquilleo en mi estómago al ponerme el uniforme... La sensación al llegar al punto de partida. La emoción de ver salir a la imagen. La tensión al sonar la primera marcha. Y la tranquilidad al haberla interpretado bien... Todavía puedo sentirlo.
Sin embargo, había algo que me superaba, y no era otra cosa que mi ambición, mis ganas de aprender: mis ganas de superarme a mí mismo... Poco a poco fue pasando el tiempo, y mi interés iba en aumento. Conseguimos que gente nos ayudase a progresar. Qué agradecido les estoy. Lo que ellos pusieron era entrega, sacrificio y eso vale más que el dinero que se les pudiera dar. Y de qué manera han ido saliendo por la puerta pequeña. Como tantos otros. Debo estarles muy agradecido, porque me permitieron vivir nuevas experiencias, en otros lugares que se alejaban de la realidad en la que vivimos aquí. Allí pude saborear un sentimiento mayor al que conocía hasta la fecha... Allí me dí cuenta de lo que verdaderamente era sentir pasión. Y quería vivirlo aquí también.
Tras 3 o 4 años mis ganas seguían en aumento, asique puse mi mente a trabajar para mejorarlo todo. Cada detalle estaba en perfecta concordancia con el siguiente, y si no era factible, alguien me ayudaba a rectificar o a enfocarlo desde otro punto de vista... Pero al final, lo tenía todo perfectamente hilbanado. Era perfecto. Sólo necesitaba apoyo y tiempo.
Se nos presentó una ocasión perfecta, frente a muchísima gente, y eran muy pocos los que pensaban que estuviésemos a la altura. Pero ahí estabamos, danto todo cada rato que echábamos. Y sonamos como nunca... aún puedo sentir la satisfacción y el calor de los aplausos.
Todo estaba en armonía, sólo quedaba hacerlo saber al resto, así que nos pusimos manos a la obra. Y qué bien nos hubo de quedar... todo el mundo salió maravillado, con sonrisas de oreja a oreja. Solo faltaba subir unos escalones, mostrarselo a la gente importante, los que deberían haberlo hecho realidad. Y llegó el día. Hubo que aguantar el chaparrón, pero allí estábamos, unidos por una ilusión, tragando saliva y pidiendo ayuda. Sólo queríamos ser autosuficientes, pero no logramos todo cuanto hubieramos deseado. No obstante, con lo que teníamos nos pusimos a darle vueltas a todo de nuevo, sólo necesitabamos más tiempo.
Comenzaron los preparativos administrativos, fueron muchas personas las que estaban dispuestas a luchar y a apoyarnos. Y allí estábamos, reconocidos oficialmente. Había nacido una nueva asociación: Los 7 Puñales. Y empezando a funcionar hasta fuera de nuestras fronteras. Lo curioso es que desde ese día todo empezó a menguar. Mi lucha se trasladó a muchos frentes que al fin y al cabo no estaban dispuestos a ceder.
Nos pusimos a trabajar en lo terrenal, que era lo más importante. Pero la verdadera batalla estaba dentro, y estaba perdida. Descubrí que aquellas sonrisas no eran más que simples máscaras. Todos se iban borrando sin mediar palabra. Después de todo, sus ansias de progreso desaparecieron sin más... No podía más. Todo mi esfuerzo, todo mi tiempo y toda mi ilusión eran absorbidos por la decepción. Mi báscula empezó a volcarse hacia un lado, y no la igualaba por mucho que me empeñase en llenarla con ganas... Mi camino había llegado a su fin, y creeme, más me dolió a mí.
Nunca deseé mal a nadie, todo lo contrario.
Sin embargo, parece que alguien está en mi contra. Nunca he pedido medallas, pero que a uno le reconozcan su trabajo es de agradecer. En lugar de ello, veo cómo se borran años de historia haciendo un vacío a aquellos que en algún momento sintieron ansias de euforia y quisieron llevarlo todo a lo más alto. Hasta he sido rechazado...
Y desde estos días, en los que he vuelto a reencontrarme, solo puedo pensar una cosa: quien te ha visto y quien te ve. Ojalá algún dia prime la ambición en lugar de la ignorancia. Aunque lo dudo mucho. Sólo hubiera deseado que el día que yo volé lejos de tí, me hubiera llevado el nombre con el que te bauticé conmigo, así te vería morir maquillada, y siendo asesinada a manos de otros que no te quieren lo que yo te quise.